El Quijote, carencia y creación

don Quichotte

El Quijote, carencia y creación. La formación del Ideal

por Teodoro Lecman

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“Rey de los hidalgos, señor de los tristes,

que de fuerzas alientas y de ensueños vistes,

coronado de áureo yelmo de ilusión;

que nadie ha podido vencer todavía,

por la adarga al brazo, toda fantasía,

y la lanza en ristre, toda corazón.”

Letanía de Nuestro Señor Don Quijote, Rubén Darío.

 

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, caballero de la triste figura, desfila todavía entre los paradigmas de la literatura y de la historia, a cuatrocientos años de su creación, montado en su astroso Rocinante, y con el temeroso escudero Sancho Panza a sus flancos.

Basta el “logo” de las dos figuras, fundamentalmente el acuñado por Picasso, o un stencil[1] (como el que proyecta la imagen del Che) para recordárnoslo.

¿Qué es lo que se proyecta a través de los agujeros del metal[2] en la fría tinta de la estampa emblemática, tan típica de nuestra época que hasta penetra en los cuerpos con el tatuaje?

Más allá de la imagen, las palabras nos permiten recordar.

En 1905, el “modernista” Rubén Darío publicaba, en homenaje a Cervantes Cantos de vida y esperanza, con el poema citado sobre el Quijote. Promesa que expira con la Primera Gran Guerra Mundial (ante su desesperación por la paz que lo llevó a Estados Unidos en 1914). Darío muere en 1916. No sin haber escrito antes, en los mismos Cantos:

A Roosevelt

...................

“Eres los Estados Unidos,

eres el futuro invasor

de la América ingenua que tiene sangre indígena,

que aún reza a Jesucristo y habla en español.”

......................

                        “Y pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!”

Sin duda, una quijotada.

Freud, que se había llamado a sí mismo en español conquistador, marchaba en 1938 con Bullit, el embajador norteamericano, a Londres. En septiembre de 1939, declarada ya la Segunda Gran Guerra Mundial, agotado por el cáncer y la edad, mientras leía la Peau de chagrin[3], de Balzac, y con la ayuda de Max Schur, Freud se retiraba de este mundo, hastiado quizás.

¿Qué tenía que ver quien había desecado los polders del inconsciente con Cervantes y Darío?[4] Todos fueron conquistadores de la palabra. Pero además, hicieron de su vida una obra universal en medio de condiciones adversas.

De la carencia hicieron creación.

Freud había leído bastante a Cervantes: el “Coloquio de los perros” de las Novelas ejemplares[5] en la adolescencia y el Quijote, durante el noviazgo con Marta.

Más allá de esto, poco trasciende del Quijote en Freud: una admiración por la lengua castellana, expresada a Ballesteros, su traductor y pocas menciones en la O.C.[6] Hay una, por ejemplo, en “El horror al incesto”, en Totem y tabú, referida al trato agresivo, ambivalente, al soberano, pero fundamentada en la figura de Sancho Panza.

Otra mención, en cambio, como nota al pie en un largo párrafo sobre el ahorro de compasión como fuente del chiste, en El chiste y sus relaciones con el inconsciente, nos sitúa como sólo sabe hacerlo Freud: el Qujote es una representación y un representante del Idealismo, creado por Cervantes, sobre la figura original humorística del gran niño al que se le suben a la cabeza las fantasías de los libros de caballería, alguien que cree en el deber, en las promesas, en las palabras. Todo lo cual va contra su efecto humorístico inicial, dice Freud. Un gran niño de 57 años todavía trabajado por el Ideal en un mundo que cuatrocientos años después intentará liquidarlos todos implacablemente con un posrealismo virtual y millones de migrantes, de sufrientes y de muertos como prueba terrorífica de post-realidad, más que de post-modernismo. Que nadie se llame a compasión ni humor en el breve goce de los clips, salvo por un “ja” que se reduce a un aullido, una Bejahung salvaje que el nazismo anticipó, preparando el “Yes” y el “O.K.” postreales de la Guerra de las Galaxias y la miseria de lujo en las ciudades.  

Una nota aparte merecería el amor ideal del Quijote, Dulcinea, no como heredero del amor cortés, sino como la imposibilidad del amor y la ilusión a determinada edad, en una cultura que alarga el hastío hasta el paroxismo de las máquinas y el abandono de los viejos cuerpos.

Sabemos que de algún modo el Quijote y Sancho pueden alegorizar dos “partes” del Yo: el Ideal y las pulsiones, y unificarse así en una psicointerpretación de la obra. No nos simpatizan mucho esas interpretaciones por bloques que amalgaman la obra en la simplicidad de las esferas redondas que pretende el Yo, de sus síntesis operativas que buscan el triunfo social, el éxito. Después de todo las pulsiones no forman parte del Yo. Ni el Ideal. Aunque sea “del Yo”. Son una referencia externa, sus servidumbres. 

Hablar de dos yoes: un yo loco y un yo racional[7], tampoco nos conforma. Es otra mitología, de alto valor como prejuicio social[8], de poco valor heurístico y hermenéutico para el psicoanálisis.

Preferimos la historia de la cultura, los símbolos que se aferran a los cuerpos[9] y los cuerpos que los buscan, en medio de los traumas de una historia que les hace perder el sentido y los sentidos, a recuperar, muchas veces obnubilados por coagulaciones ideológicas, por prejuicios instalados.

 

Erasmo publicó su Elogio de la estupidez (Encomium moriae seu laus stultitiae) en 1509, en París, mal traducido como Elogio de la locura, y jugando con el nombre de su amigo, Tomás Moro, el autor nada menos que de la Utopía.

El Siglo XVI, el de la Conquista, ve alumbrar la lucidez contrarreformista del Erasmismo y la Utopía de Moro: en el momento de la irrupción de la burguesía, la crítica de la necedad, el elogio de la libertad. Se trata de un Humanismo que une lo clásico con un Renacimiento. Pero allí, achatando el espíritu en el “empirismo” sensorial del conteo[10], la razón burguesa va a introducir, luego, quizás hacia el SXVIII, como dice Foucault, el tema de la locura[11], inexistente antes, y endilgárselo a la hidalguía, al hijo de algo, de noble, como por retroacción. La stultifera navis, la nave de los tontos de la Edad Media, retomada en 1494 por Brand[12], por alguna razón se convierte en la nave de los locos.

Una operación se producirá a posteriori que separará la necedad de la locura a partir de la Conquista. Quizás el terror de las tierras desconocidas va a pasar al espacio privado de un terror íntimo que gira ahora sobre el sí mismo del individuo solo.

La ironía de la modernidad, de la cual Cervantes es un eximio representante, va a mirar alejarse, desde las ancas, al caballero andante de las Cruzadas.

En 1605 ya se ha producido una operación de Desconquista, la desilusión de la Conquista[13].

La misma desilusión parece reflejarse en un contemporáneo del Quijote, el Hamlet de Shakespeare, gran triunfador en la matanza de la guerra, perdedor y exterminador absoluto en el dominio íntimo.

El espacio de la novela y el antihéroe moderno que Chaplin rematará con sombrero de copa y con bastón se ha abierto en los Tiempos Modernos. Las multinacionales “posmodernas” se encargarán ahora, sin galera y sin bastón, de liquidar las esperanzas del neoquijotesco sujeto actual.

     

Cervantes sabía de todo esto. Participó en la batalla naval de Lepanto, por la que Europa venció al imperio turco. Allí perdió el uso de la mano izquierda, por lo que se lo conoció como el manco de Lepanto. El manco del espanto pasará el resto de su vida corriendo miserias y solicitando a la corona un puesto oficial. Morirá rodeado de mujeres, historias equívocas, hijos “naturales”, y cultura, sin pena ni gloria.

Una curiosa coincidencia hará qué más de trescientos años después, en 1944, otro gran escritor, viajero y fabulador, Blaise Cendrars, escribiera La mano cortada, en alusión a su mano perdida en la Primera Gran Guerra, que llamaba su “mano amiga”, narrando los horrores de la Primera, en medio de la Segunda Gran Guerra[14].

Piadoso e irónico el otro manco, Cervantes, hará que, con grandes aspa-vientos, el Quijote no sufra grandes heridas o se cure con el bálsamo de Fierabrás, cumpliendo aquella condición del protagonista invulnerable señalada por Freud en El poeta y el fantasear.

“Soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades” dice de sí mismo Cervantes debajo del retrato pintado por su amigo Jáuregui. Estilizado como las figuras de El Greco, otro gran antecesor del siglo XVI. El espíritu se desprende de la conquista. Se preanuncia la derrota del Barroco en pleno Siglo de Oro. Cervantes, luego, va a ser el precursor de esa modernidad irónica que ya no acepta barrocos (en nuestra época degradados al travestismo. Severo Sarduy o Sebrelli), sino reclama ilusiones perdidas, cuyo porvenir la ciencia traicionó, no cabe duda, al entregarse a la tecnología.

En efecto, capturado después de Lepanto cerca de Marsella por los turcos, pasa cinco años y medio prisionero en Argel.

Abonamos aquí nuestra hipótesis descabellada de la influencia del turco, del árabe y del hebreo (eso incluso por vía de España) en Cervantes.

Curiosas resonancias: en hebreo “fuerza”, “coraje”, se dice kojot, tan similar a Quijote. En turco, averiguamos, “fuerte” se dice kuvettli, que no suena muy distinto. Nuestra etimología delirante de puntos comunes parece deshacerse cuando leemos que el nombre Quijote quiere decir “revestido de armadura en las piernas” , proveniente del latín coxatus, de coxa, cadera.

Las piernas, sin embargo, si bien son una de las primeros miembros que se puede perder en una guerra, como lo enseñan en todo entrenamiento militar, no parecen poseer tanto valor vital para un escritor, que además perdió en realidad el uso de una mano. Desplazamiento quizás, una de las bases de la creación artística.

Pero además manco y Mancha (Don Quijote de la Mancha) resuenan mucho. La Enciclopedia Salvat viene en nuestra ayuda contándonos que el nombre de la región de España aludida proviene del árabe manx, tierra seca.

Tierra seca para la esperanza del hombre, como tan bien lo supieron ilustrar Graciliano Ramos, Rachel Queiroz y otros para el Nordeste de Brasil, obligando al ser humano, en familias íntegras y diezmadas, a migrar penosamente. Condiciones universales que se van delineando.

La ilustración adjunta nos enseña que La Mancha, “verdadero descampado”, es un lugar de molinos de extracción cerealera. Los molinos del Qujote.

Un esfuerzo de imaginación nos permite identificar los molinos y sus aspas irguiéndose en la tierra desértica, con la figura humana y sus brazos girando como aspas tratando de captar algo en el mundo. El aspaviento, que en realidad viene de aspavento, espanto, en italiano.

En francés tenemos la expresión “molino de palabras” para el charlatán, o el hallazgo de los molinos de tu pensamiento de Michel Legrand. Quijotadas.

Quejas entre risotadas. Condición tragicómica que Lacan adoraba. “Queja” viene de coaxare: graznar. Vemos allí, como lo indicamos en otra parte[15], alejarse al pájaro negro de Kafka, el grajo, profetizando el dolor del siglo XX, nada tragicómico nos parece. Más bien una técnica del horror sin límite.

Cervantes propone un personaje al mundo, que se hace paradigma, Kafka, en cambio, propone un mundo, que se hace paradigma del siniestro siglo XX y quizás del XXI, el Proceso, lo kafkiano: ya no hay allí una saga heroica. Sólo la colonia penintenciaria (Kafka y Schopenhauer). Rabelais dio lo pantagruélico, Homero la odisea, Cervantes lo quijotesco, Dante, el divino, lo dantesco.

Como una marca que le da su nombre genérico a todas las hojas de afeitar, el Quijote le da su nombre a todas las empresas descabelladas, ilusorias.

En la crisis de los relatos marca la cruz de la historia, las Cruzadas desfallecientes, borradas ahora por el logo, el logos tecnocrático. Pervive sin embargo todavía en “la América ingenua que aún reza a Jesucristo”, del que el Quijote es obviamente otra versión posible.

Erasmo, en su Enquiridión o Manual del caballero cristiano (Enchiridion militis christiani), había intentado depurar la fe católica. Ganó la ética protestante, tal como lo expone Max Weber. Ilusión del caballero y porvenir de una ilusión: los negocios son negocios.

Pero La Mancha es también una mancha ciega, el escotoma de la visión típico del sujeto, el manchego. Le manque, la falta, dicen los franceses.

De la falta arrancamos. De un lugar del que no quiero (más bien no puedo) acordarme. Amnesia fundamental de la historia personal, pero también de la colectiva.

En las fronteras de los imperios, España y Austria. También Argentina, en cierto modo.

Antoine de Saint-Exupéry, pionero de la Aéropostale, de las líneas aéreas en la Argentina, junto a Jean Mermoz, y muerto en la Segunda Guerra en misión de reconocimiento, escribe en su inmortal Principito: lo esencial es invisible a los ojos. Tal cual Don Quijote.

Freud, pesimista, no comulgaba con Don Quijote. Le cuenta a Marta que está escrito maravillosamente, pero también tilda de maravilloso y realista al pícaro Sancho. La empresa de Freud fue, sin embargo, de Edipo a Moisés[16], quijotesca: hacerle aceptar a la humanidad lo más rechazado de sí misma. Sabía que nunca iba a lograrlo. Sólo abriría la brecha. La misma figura de Freud se parece más al Quijote que a Sancho.

En el Coloquio, dice Cipión: “el verdadero sentido es un juego de bolos”. Aquí nos encontramos haciendo malabarismos con el Unsinn (sinsentido) freudiano que no es otro que las heridas de la historia llevadas a lo más íntimo.

Si el Quijote es una figura de la imaginación aérea (elevación, estilización, ascensionalismo, molinos de viento, espíritu) siguiendo a Bachelard[17], es el aire libre el que le corresponde, la posibilidad de construir castillos en el aire (y no hoteles transnacionales), que tiene que ver con el espíritu libre de la imaginación, que sólo el pathos traumático fija[18]. Y que contribuye a la formación del Ideal, para que no se empobrezca en un Yo ideal de pacotilla[19] y el fardo de la vida no pese como un yugo.

 

“Acaba aquí la historia del idiota

que por el aire, por el aire libre...”

Castillos en el aire, A. Cortés

 

Teodoro Lecman

tlecman@psi.uba.ar

 

 

 

Bibliografía

 

Freud, Sigmund, [se siguen centralmente las O.C. de Biblioteca Nueva]

1) (CDR) cdrom In Context tomado de

2) Obras completas en español: (O.C). Biblioteca Nueva, Madrid, 1968:

-             Cartas de Juventud (1871-81), Gedisa, Barcelona, 1992.

-             Cartas a la novia (1882-6), Tusquets, Barcelona, 1973.

Cervantes Saavedra, Miguel de,

        - Novelas ejemplares (circa 1613), Joaquín Gil,  Barcelona, 1944.

- El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (circa 1605). Ed. varias.

Salvat, Diccionario Enciclopédico, Barcelona, 1970.

Bustos Tovar y otros, Diccionario de literatura universal, Anaya, Madrid, 1985.

Corripio, F., Diccionario etimológico, Bruguera, Barcelona, 1984.

Bergman, P., The concise Dictionary of 26 languages, Signet, Nueva York, 1968.

Corrado, M. H., Diccionario ilustrado de nombres propios, Selene, Buenos Aires, 1986.

Scharfstein, Z., (1957, USA), Diccionario Shilo Hebreo Español, traducción española sin fecha.

Erasmo, Elogio de la locura (1509), Sopena, Buenos Aires, 1948.

 

 

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[1] Vale la pena ver estos días (marzo de 2005) un mural de stenciles en el Centro Cultural Recoleta, para captar algo del imaginario actual.

 

[2] El stencil es una plancha de metal agujereada, a través de la cual se sopletea el perfil de un dibujo. Nos enteramos de que la técnica de imprenta de la época, que implicaba cotejar caligrafía con cajas de tipos a ojo, determinó sucesivos errores en la edición del Quijote. Fuente: Revista Cabal, www.cabal.com.ar, set. 2004.

[3] “Piel de zapa”, alusión a la piel de carnero que se va estrechando con el tiempo, como alegoría de la vida. Chagrin también es “pena” en francés.

[4] En efecto, dice Armando Silva: “Freud y Don Quijote no tienen nada en común, pero tal vez algo profundo los una. El padre del psicoanálisis nació 251 años después del Caballero de la triste figura´ y mientras Don Quijote vive en una mente fantasiosa y delirante Freud ocupa su vida tratando entender esos estados desquiciados.”

“Una larga cadena de oposiciones los mantiene. Don Quijote no quiere su pasado "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme". Freud, al contrario, instaura su pensamiento en el pasado existencial sosteniendo una arqueología del sujeto en la cual los primeros años de vida contienen tesoros que permiten revelar el presente. Mientas Don Quijote delira confundiendo un molino de viento con un gigante enemigo Freud escribe la interpretación de los sueño, yendo hacia atrás buscando sentido a las fantasías nocturnas. Es como si Don Quijote visionara cuando Freud sueña.”  Tomado de www.eltiempo.com/cultura , 11/03/2005.

[5] Habría que agregar que este Coloquio está dentro de “El casamiento engañoso”: Sería divertido pensar el desplazamiento que se produce en el celoso Freud al referirle el Quijote a Marta y no el Coloquio.

[6] Que Freud haya tomado del diálogo “cínico”, o sea de los perros (p.398), el modelo del diálogo analítico,  nos parece tan vago como atribuirle (Foucault, según Didier Eribon, conferencia en la Facultad de Psicología UBA, fecha perdida) el modelo de la confesión cristiana.

[7] Sigue escribiendo Silva: “Don Quijote es un loco desatado: "Todo lo que veía, pensaba o imaginaba le parecía ser hecho".Y Mientras vive con su otro yo, Sancho Panza, que le permite no despegarse del todo de la realidad, Freud constituye lo inconsciente, un saber del que no sabemos pero que dirige en buena parte nuestra vida emocional y estética.”

“Pero Freud no le huye a Don Quijote.(...). Lo llevaba en su alma preguntándose hasta donde puede llegar un ser que se dedica a hacer de su vida una fantasía creativa. Esto es quizá lo más humano del Quijote aún en esta época de Internet. El loco reprimido que todos llevamos adentro. Por esto Quijote es futuro, representa la ilusión de que podemos ser locos. Ante una realidad tan estrecha.”

[8] Esto quiere decir que “enferman”, “ayudan” a  producir “enfermedades de la mentalidad” (Lacan), pero no explican la “enfermedad”, el núcleo necesario del pathos humano, que proviene de otras fuentes.

[9] Ver Cuerpo y símbolo, T. Lecman, Ed. Lugar, Buenos Aires, 1998.

[10] No nos olvidemos, como dice un cínico Lacan, que lo único que quedó de la Revolución Francesa fue el metro patrón, que todavía no se ha terminado de universalizar. ¡Qué decir de los Derechos Humanos, que ya excluían a las Colonias en su Declaración original! El sistema bancario argentino y su perfomance del 2001, tan influida por París y la UE en general, es una buena prueba. ¿No es quijotesco golpear ollas y pedir que se vayan todos?

[11] La palabra “locura” resulta, significativamente, de origen incierto. Erasmo usa insania, mucho más amplia en latín y que apunta bastante a una pasión incotrolable, más que al prejuicio de lo patológico introducido por Kant e instalado en la mente de todos de forma irreversible (como la electricidad, la electrónica o la bomba atómica) por la Psiquiatría y la “Psicopatología”.  Ya no podemos pensar sino desde allí,  y esto provoca gran angustia, una angustia social, del Superyó (Freud).

[12] Así la nombra: Narrenschiff, la 1° edición de Nurenberg.

[13] En efecto, Ulrico Schmidel, aventurero alemán al servicio de la corona española de 1535 a 1552, hará las primeras Crónicas del Río de la Plata, contando el fracaso de la primera fundación de Buenos Aires y el canibalismo, tan divertidamente ilustrado luego por Oski.

[14] La mano cortada (1946), Argos Vergara, Barcelona, 1980. La precede una escalofriante dedicatoria: “Para mis hijos Odilon y Rémy cuando regresen del cautiverio y de la guerra, y para sus hijos cuando esos niños tengan veinte años. ¡Ay de ellos!...” Cendrars parece haber predicho la batalla de Argelia. ¡En los años 14 Freud tuvo dos hijos prisioneros en la Gran Guerra!

[15] Cuerpo y símbolo , op.cit.

[16] Marthe Robert.

[17] L'air et les songes,  ed. José Corti, París, 1943.

[18] En efecto, es en la Francia ocupada por los nazis que Bachelard escribe su aire, y lo dedica a su hija.

[19] “De paca, fardo. Mercancías que podía llevar el marinero sin pagar flete”, Diccionario etimológico, Corripio

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